El tiempo, el implacable, el que pasó

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El tiempo

Cada año dura lo mismo, con permiso de los bisiestos. Pero cada uno de nosotros los percibimos con diferente duración. A veces se nos hacen cortos y a veces largos. Y alguno como este último.

Haga esta prueba de memoria. Sin mucho esfuerzo puede casi recordar qué sucedía un lunes a media mañana de la segunda semana de marzo a sus 12 años de edad. A poco que lo piense recordará el patio de su colegio y a sus compañeros de clase, incluso puede que le venga a la memoria el sabor del bocadillo de chorizo de pamplona que le duraba en la mano el tiempo de sacarlo del papel albal.

Puede que tenga la sensación de que aquellos años pasaron rápido, pero es capaz de recordar e identificar muchas de las cosas que pasaron en ellos. Pasaron rápido, pero parecían llenos de tiempo, llenos de cosas. Años, los de la juventud temprana, tan llenos de novedades y experiencias que cada uno parecería durar una década.

Intente hacer eso mismo en su tercera década. A lo mejor no es tan preciso en sus recuerdos. Los días, las semanas se empiezan a parecer y la intensidad de las vivencias parece que los fija con menos fuerza a nuestra memoria.

A partir de algún momento el tiempo empieza a correr desbocado y cada diez años la velocidad se multiplica hasta hacer que cada año parezca visto y no visto. Dicen las personas de más edad, que esa sensación es de verdadero vértigo pasados los 60.

El implacable

He visto a pacientes y familias preocupados por la pérdida de memoria, pero no por la alteración de la percepción del tiempo, que este pase deprisa o despacio. No he oído en la consulta algo como «vengo a verlo porque este año se me ha pasado muy rápido» Pero en la experiencia de cada uno está la evidencia de que cuando tenemos dolor se nos hace interminable, como el que vivimos con soledad no buscada, con miedo de contagiarnos, de contagiar, de morir.

El tiempo pasa y nos lamentamos de que pase rápido cuando disfrutamos y nos desesperamos cuando esperamos, cuando parece que no hay forma de que avance.

¿Qué ha pasado este año? ¿Se nos ha hecho corto o insufriblemente largo?

El que pasó

Ha sido un año lleno de novedades, de nueva información, de cambios radicales. Hemos aprendido nuevas palabras y hemos hecho más tartas de las que deberíamos. Eso lo convierte en un año lleno de elementos recordables, el cambio radical en nuestras rutinas lo han convertido en un tiempo completamente diferente a los años anteriores. Será fácil de recordar, si quisiéramos, lo que nos pasó en los años 20 y 21. La primera alerta con el confinamiento, la enloquecida desescalada de antes del verano, el oasis estival que generó las tempestades del otoño hasta la tormenta perfecta de la navidad.

La intensidad de la vivencia hace que el tiempo se perciba más lentamente. Nuestros relojes biológicos marcan de manera más lenta las horas de dolor, de miedo, de angustia, de sufrimiento, de soledad. Y en este año, hemos tenido de estas más que otros años. Por eso mi impresión, no se la suya, es que hemos vivido un año lento. Muy lento. En el que la lentitud ha contribuido al cansancio que hoy vivimos.

El cansancio se percibe en casi todo. El hartazgo hace que incluso sainetes de enloquecido guion como el que vivimos con el vuelo de la mariposa murciana resulten un espectáculo lejano, desconectado.

El debate y decisiones sobre las vacunas para controlar la pandemia no solo tienen un efecto sobre la incidencia de la enfermedad, los contagios y los casos. Enturbian el único elemento de esperanza claro, palpable, para dejar atrás este tiempo de cansancio. El debate de las vacunas es muy amplio y la falta de acceso para la mayoría de la población mundial gracias a un modelo industrial que primero beneficia a la industria y luego, si eso, al resto, es prioritario. Pero el debate científico sobre su eficacia e impacto es eso, científico. No hemos sabido mantenerlo en ese espacio y su salida al debate público sin filtros ni explicaciones pone en riesgo los objetivos de vacunación, y sobre todo la esperanza. Porque la esperanza acelera el tiempo, y ya es hora la de que el tiempo recupere su velocidad.

Firma del Post:

  • Rafael Sotoca. Médico de familia y activista sanitario. Fue director general de asistencia sanitaria de la Comunidad Valenciana.
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