Nuestro sistema público de salud previo a la pandemia era incluido entre los más eficientes del mundo. En el informe de la OCDE se destacaba su papel de vanguardia frente a otros países de su entorno tras el análisis de diversos parámetros de comparación como son la esperanza de vida ,mejores tasas de mortalidad por enfermedades evitables y tratables, mejoría en los criterios de hospitalización ,etc. Y todo pese a contar con una menor financiación «per cápita» y un más reducido porcentaje del producto nacional bruto destinado a ese fin. Este «milagro» se sustentaba de forma global en la baja remuneración de las plantillas (se disponía de pilotos de fórmula uno con sueldo de conductores de karting) ,también al menor precio de los medicamentos respecto a otros países como Alemania o Francia, sin olvidar que el cuidado de mayores y personas dependientes suele recaer en las mujeres de la familia , con el consiguiente ahorro en atención sociosanitaria.
Las multinacionales de la sanidad privada (compuestas por fondos de inversión en su accionariado) están entrando con fuerza y han aprovechado estas circunstancias para poner en marcha operaciones muy rentables en infraestructuras y en recursos humanos. Un estudio realizado en Madrid revela que la carga de trabajo de las enfermeras en empresas privadas resultaba mayor que la de las públicas mientras que sus sueldos eran entre un 20 o un 25% menores.
La crisis económica y el aprovechamiento el momento
Con la crisis económica iniciada en 2008 se fue reduciendo el presupuesto para la sanidad pública de forma progresiva y aumentando el envite de la privada. Los gobiernos de derechas han tendido por ideología a adelgazar más el sistema y se han esmerado en su privatización , otorgando concesiones administrativas de gestión de departamentos de salud, externalizaciones de servicios de los hospitales públicos y la gestión de los geriátricos etc. Los gobiernos de centro izquierda tampoco se han esforzado, salvo excepciones, en revertir ese desaguisado.
La pandemia, pues, ha supuesto una prueba de estrés que no solo ha abierto las costuras sino desgarrado el tapiz de nuestro sistema sanitario a pesar de la colosal respuesta de las y los profesionales, convertidos a la fuerza en maestros de la resiliencia. Esto les ha llevado a la pérdida de colegas, al agotamiento y a la decepción. Mientras, la sanidad privada ha estado a la expectativa: en algunos casos se han cerrado instalaciones y solicitado ERTE, y en otros casos su «colaboración» ha sido facturada con arreglo a las leyes de la oferta y la demanda (y en algunas casos de comunidades proclives, con amplios márgenes de beneficio aprovechándose de la situación de urgencia, y por tanto orillando la ley de contratos públicos).
Ahora que parece que se vislumbra la luz al final del túnel por los avances producidos en la vacunación de la población hay que reparar y volver a coser esas costuras y zurcir nuevos rotos. Es necesario restablecer el normal funcionamiento de la atención primaria, recortar las listas de espera quirúrgica que se han incrementado, reevaluar a pacientes con enfermedades crónicas que han demorado sus consultas establecidas, intensificar los protocolos de prevención de enfermedades. También urge afrontar con decisión el tema de la salud mental, históricamente relegada, que se presenta como una verdadera epidemia tras la pandemia
Las consecuencias de la privatización
El Corporate Europe Observatory, ha señalado «la subcontratación y la provisión privada de atención médica han degradado significativamente la capacidad de los Estados miembros de la UE para lidiar de manera efectiva con la covid-19. Las presiones de la propia UE para recortar el gasto público han contribuido a la mercantilización de los sectores de la salud y el cuidado de personas mayores y señala que el sector sanitario privado está abusando de la pandemia para presionar y recibir más dinero público, principalmente a través de los fondos de recuperación». El propio observatorio y otras ONG como la Unión Europea de Servicios Públicos y la Red Europea contra la Comercialización y Privatización de la Salud y la Protección Social han exigido a la UE que invierta los criterios de política económica que han acelerado la privatización de la asistencia sanitaria, de lo contario estarán en juego vidas.
En el Informe del Instituto Nacional de Estadística se observa cómo allá donde se ha privatizado más la sanidad ha habido más fallecimientos relacionados o no con la pandemia , siendo la Comunidad de Madrid la que presenta mayor exceso de mortalidad en el año 2020, con un 37,8%.
Sistema sanitario público dotación y revisión
Nuestro sistema sanitario público y sus profesionales deben ser financiados como se merecen, hay que impulsar el fortalecimiento de la salud pública y asistencial, de la promoción de la salud y la prevención de las enfermedades.
Pero el sistema debe ser revisado y evaluado desterrando definitivamente la concepción centralizada en los hospitales (» hospitalitis») potenciando la sanidad más cercana, la atención primaria, con recursos humanos apropiados , medios materiales y formación continuada. Reforzar y coordinar la salud pública y los observatorios debe ser otro de los objetivos, previa dotación de medios apropiados. La sociedad española está envejeciendo por lo que habrá que prestar especial atención a la cronicidad y la fragilidad, instaurando modelos de vida saludables y escuela de pacientes que potencien los autocuidados. A nivel asistencial conviene agrupar la atención clínica no por órganos o aparatos, sino por síndromes y patologías precisas, etc. Y entre el aprovechamiento de otros avances tecnológicos, implantar modelos de «big data», de atención vía telemática y monitorización de pacientes a distancia.
De lo que pudo haber sido y no fue
Los aplausos y el consenso popular son de agradecer, pero la inacción, la ausencia de medidas para salvar y reflotar nuestro sistema de salud público deberán ser consideradas como una traición a los profesionales y a la ciudadanía. Esta última debe percibir los beneficios de un sistema universal, gratuito y de calidad, y no dejarse nublar la vista por palabrerías , campañas de marketing dirigidas más hacia las tripas que a la inteligencia, y cuyo resultado es la desigualdad: una sanidad para pudientes económicamente y otra para los más desfavorecidos .Que no nos ocurra , no vayamos a arrepentirnos después.